Llevo dos días parada ya en mi segunda mitad. Cumplí 50, que son mis años vividos hasta ahora. Medio siglo, la mitad de lo que siempre he dicho que quiero vivir, un siglo. Bueno, un poquito menos, porque el número que siempre aparece en mi cabeza cuando me pregunto cuántos años viviré es 105.
Solía decirlo a la ligera, dando por hecho que sólo era cuestión de irle sumando una rayita más cada año a la cuenta, sin considerar los estragos que cada vuelta al sol pudieran traer a mi cuerpo.
Hasta el momento, todo bien, o al menos manejable. Pero debo admitir que empiezo a cobrar conciencia de los cambios.
Los cambios
Algunos son evidentes, están a la vista de todos: las ojeras salen más pronunciadas en las selfies y las canas ganaron la batalla (ya mejor me volví platinada), por no hablar de los kilos sin retorno que la báscula aumenta cada década.
Otros, son más sutiles, aunque aún perceptibles para quienes están cerca de mi: necesito más horas de sueño que antes, me duele la espalda baja cuando me levanto de un sillón, y ahora sí ya no veo ni de lejos ni de cerca sin mis lentes progresivos.
Y otros más, que sólo noto yo, me hablan de cambios que quizá estén relacionados con mi paso por algunas experiencias de la vida: tengo menos miedos, menos expectativas y más ganas de silencios y de pausas; sonrío más para mi misma y procuro hacerme sonreír sin la ayuda de nadie; cada vez me inquieta más la pregunta de por qué me ha tocado a mí ser tan afortunada en tantos aspectos de la vida. Sólo atino a agradecer, profundamente, tanto.
Ayer, hoy, mañana
Para algunas personas los cumpleaños no significan gran cosa; yo por el contrario, los encuentro fascinantes. Son días en que me detengo y miro con curiosidad hacia atrás y hacia adelante.
Me recuerdo, me siento, y me sueño.
Hoy,
me recuerdo cuando comencé este blog, hace diez años. Todo era tan distinto en mi vida, que podría tratarse de otra persona la que está en mi memoria. Estaba eufórica, viviendo lo que resultaría ser uno de los trances más difíciles de mi vida: mi divorcio. Esa rara euforia que a veces ocurre ante la perspectiva del cambio, necesario, aunque doloroso.
Hoy, no tengo euforia,
me siento caminando a un ritmo más pausado. El camino que me trajo hasta aquí, a la orilla del barrio de los 40 que ha quedado atrás, ha sido ecléctico. En ese entonces no podía ni imaginar cómo viviría hoy, que me mudo a otra etapa de la vida. Cuánto ha pasado: búsquedas internas, crecimiento personal, logros y fracasos; un libro, talleres, círculos de mujeres; una hija que se volvió universitaria y un hijo que está en el umbral de la adolescencia; una pareja que había soñado y que nunca pensé que se manifestaría; un hogar, viajes, amigos nuevos, proyectos compartidos y personales. Un camino sin muchas paradas, más bien apresurado, pero con dirección y sentido.
Inauguro mi Ruta de los 50s y
me sueño bajando el ritmo y profundizando la experiencia. Agradecida y con la pluma desenvainada.
Cierre
Y con esto me despido de este blog, donde de forma intermitente registré mi experiencia en el barrio de los cuarenta. ¿El balance? Lo mejor hasta el momento: mucho crecimiento, mucha experiencia, muchos sueños aterrizados, muchos intentos, caídas y logros, mucha valentía, mucho amor, mucha libertad, mucha vida. Me voy de aquí llena de gratitud y bien armada para la ruta que viene.
Nos vemos en mi página web, a donde se mudarán todos mis blogs e inauguraré uno nuevo. Te invito a visitarla y suscribirte:
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