Enamorarse y construir

En una de esas tardes de navegar sin rumbo por la Web, fui a dar a un debate sobre el enamoramiento, que me intrigó. Leí con atención las crudas críticas a este tan ansiado y a la vez criticado estadío del ser humano. Lo que todos ya sabemos, y en lo que no nos gusta pensar cuando estamos enamorados. Que es un espejismo, que es una pura proyección de nuestro ego en el otro, que sólo vemos lo que queremos ver y el otro sólo muestra lo que quiere mostrar. ¡Lo sabemos! Así es.

Y sin embargo, el sentimiento es avasallador. Cuando te atrapa, olvidas o ignoras todo lo que sabes al respecto; te avientas de cabeza sin paracaídas desde las alturas más altas; arriesgas hasta el alma con tal de seguir sintiendo lo que sientes... Y luego, te caes.

Desalentador, ¿verdad?

Entonces llegué a un párrafo de Mauricio que le devolvió la sonrisa a mi corazón por su sabiduría y sencillez. Tal vez no sea tampoco nada nuevo, pero es muy poco practicado. Si en vez de ser tan precavidos ante la falta de veracidad del enamoramiento, fuéramos más cuidadosos en conservar sus bondades cuando llega el amor, tal vez habría más parejas felices.

"Me parece que darnos la oportunidad de entregar el alma por la simple y no por ello menospreciada presencia de un sentimiento que nos invade y colma, es la mejor de las apuestas. Sumergirnos en la necesidad de un corazón que desboca por un abrazo, un llamado, una mirada,… por un silencio compartido. Pero con la exclusiva condición de que ésta sea la materia prima para construir puentes indestructibles, más allá de la inevitable posibilidad de no transitarlos o abandonarlos en futuros que están fuera del alcance de nuestra vista." (Mauricio)

Brindo por esa posibilidad y por quitarle tanto "cerebro" al amor... Como le decían a Tom Cruise en la película El último Samurai:  Too many mind, too many mind.