Cuando me muera, una de las cosas que más voy a extrañar es el mar. ¡Qué cosa tan hermosa es el mar! Vivo, espontáneo, cambiante, atrevido, pasión extrema, paz profunda, zafiro clarísimo e intenso, transparente, obscuro, suave caricia de espuma, fuerza indómita de tormenta atroz.
Cuando me muera, una de las cosas que más voy a extrañar es el mar… O tal vez no. Tal vez, como todo en esta realidad, el mar es sólo el reflejo del cielo; y el cielo el reflejo de mí.
No puedo atrapar una ola de mar
ni lo intento.
Ni la más bonita,
ni la más traviesa,
ni la azul zafiro,
ni la gris de tarde,
ni la de horizonte
ni la de la orilla,
para dártela…
Vienen una y otra hasta tocarme.
Una más caricia
una más tormenta
una en paz
otra en trueno.
Al final todas se acercan
sigilosas,
delicadas
me lavan los pies,
me besan los dedos,
me acarician,
y se van.
Vaivén de inifnitos,
ola que me arrulla,
ola que amenaza,
ola aventurera
ola que es espuma.
Y no importa el tono,
ni el temperamento,
al final se acercan,
y luego se van.
¿No se cansa el mar?
Corre eternamente,
distraído oleaje o
carrera mordaz.
Es nueva agua antigua
que toca un instante tierra
y se va.
De nada se apropia el mar.
Todo arrastra a su abismo,
todo suelta al instante.
Sus besos de espuma escapan,
y sus mareas de aleteos
sólo atrapan, juegan, sueltan,
y se van.
Es infinito hecho esfera,
es infinito en vaivén,
es infinito hecho agua y turquesa,
tempestad atrapada
pasión que no para,
eres tú
es mi oleaje
es vida inmensa, inmortal.
Es rugido silente,
pasión que halla paz,
coro de vida que brama,
sinfonía de silencios acuosos,
fuga, alegreto, adagio,
y, sobre todo,
susurrante preludio
y estruendoso final.
Lilyán, tan hermoso es tu poema que alzas con letras las olas del mar y las traes a los ojos. Posas tu cuerpo en la lluvia viviente, llanto lunar en rebelde explanada. Buscas asirte de un brazo esmeralda y observas la aleta del tiempo mecer sus segundos. Eres valiente, nunca desistes, vuelven tus barcos a izar tu mirada. Sabes hablar el lenguaje azulino, no hay una ola que nunca interpretes, la más infinita te entrega su historia. Sabes entonces quién fue una tormenta, quién fue un simple otoño de un árbol de espuma. Puedes reír con las olas si quieres, otras te anegan de umbrosas pasiones. Todas son nuevas y todas son agua que ya fue pasado. Buscas aquella que pueda llevar tu mensaje en su espalda, pronto descubres que todas son una y que todas regresan. Tocas entonces tu pecho y descubres en rojos oleajes la tersa botella que va a su destino portando tus labios y el mar de tus ojos.
ResponderEliminarGracias Fausto. El mar me hipnotiza; podría pasar horas mirándolo venir una y otra vez. Es relajante y al mismo tiempo llena de energía por su majestuoso poder, porque es vida en sí mismo. Creo que si yo viviera junto al mar pasaría más horas de las que son sensatas contemplándolo en la playa.
ResponderEliminarMi papá siempre dice que nunca hay que darle la espalda al mar, porque hay que tenerle respeto. Y también eso lo siento. Su fuerza puede ser amenazante, pero ejerce una atracción difícil de resistir.
Algún día, he de vivir junto al mar.
Mi Prietita va la tercera espero hacerlo bien, pues bien te decia en los dos intentos anteriores que tu poema sobre el mar "YAMAYEL" para nuestros antepasados, es increiblemente bello, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarTe platico sobre una ceremonia que hacian nuestros sabios viejos antepasados, en alguna playa que permita ver ponerse al sol como el amanecer en el mar, (Los Cabos por ejemplo) minutos antes de que se ponga el sol hacemos una meditación pidiendo a YAMAYEL que todo lo dá y todo lo quita, que tome nuestra energia la limpie y la purifique permitiendo que sus olas nos toquen acariciando nuestro cuerpo, llevando una ofrenda de frutas que dejaremos que las olas recogan mientras el sol decide reposar en las profundidades del mar para recargarse con su energia.
A la mañana siguiente antes de que el sol aparezca en el hizonte de YAMAYEL, regresamos a nuestra playa, para meditar nuevamente, agradeciendo a YAMAYEL que nos regresa la energia limpia y purificada, mientras tanto el sol decide elevarse saliendo del mar,acariciados por sus olas en ese ir y venir eterno.
Posiblemente YAMAYEL nos regresa algo de nuestra ofrenda que entregamos la tarde anterior, la recogemos y la compartimos.
Algu día compartiremos esa experiencia, como la de habitar en la costa, y no dudes que tu vecino sea un hombre un poco viejo que todos los días mirará con gran asombro a YAMAYEL, el que todo lo dá y todo lo quita.
Tu Papá que te ama como no lo imaginas.
Hola!!! Creo que estoy en sincronía con tus entradas, cada vez que te leo me enseñas algo que me sirve de inmediato (gracias).
ResponderEliminarYa falta poco para instalarme, así que podrás venir a sentarte a escribir frente al mar las veces que quieras :)