En el debate público que se ha desatado a raíz de la toma de posesión del Presidente Barak Obama hace dos días, hay quienes lo ven con buenos ojos (la mayor parte de quienes he escuchado hablar sobre este tema), y hay quienes lo ven con incredulidad, con cierto dejo de cinismo o francamente bajo la teoría de la conspiración. A mi me gusta Obama. Me emociona en primer lugar que ya no hayan ganado los republicanos -o que hayan ganado los demócratas, no estoy segura cuál de las dos cosas me causa más placer. En segundo lugar, me gusta mucho que sea un afroamericano -o simplemente un hombre que pertenece a una minoría en el sentido de acceso al poder y el bienestar. En tercer lugar le creo cuando habla, me gusta lo que dice, me llena de esperanza para el tema de la paz y del medio ambiente, y también para el tema de las relaciones bilaterales con México... y aquí viene lo del famoso traspatio.
Todos lo sabemos. Lo que suceda en Estados Unidos en términos de política exterior, de política migratoria, de economía, y hasta de sociedad, le afecta directamente a nuestro país. Y por eso me alegra la llegada de Obama. Porque comulgo con sus ideales y porque el efecto positivo que creo puede tener en ese país, nos llegará en efecto cascada.
Y hablando de efectos cascada... me tiene impresionada el "Fenómeno City Market" y la Florería Carlitos. Les cuento...
Había una vez un Sumesa triste, obscuro y venido a menos a dos cuadras de mi casa. Era uno de esos supermercados a los que no se te antojaba entrar para nada. Siempre amontonado, desorganizado, mal surtido ¡y caro! En esa misma equina vivía una florería llamada Carlitos (de esas que están en una especie de caseta metálica sobre la banqueta), en la que nunca me detuve a comprar flores. Hace poco demolieron el Sumesa. Y no puedo decirlo con certeza, pero tengo la impresión de que durante el tiempo de la demolición la florería desapareció porque en la imágen que tengo en la cabeza de esos meses, sólo estaban las grúas y los escombros.
El caso es que sobre la barrera circundante a la demolición, colocaron un letrero muy atractivo anunciando que, dentro de poco, se abriría ahí un "City Market". ¿Y qué demonios era un City Market? Sólo los asiduos a Santa Fe o Polanco (dos de los barrios más caros de esta ciudad), sabían que un City Market era todo un acontecimiento.
Se trataba de un supermercado gourmet. Cuando lo inauguraron, estaba abarrotado de curiosos clientes en potencia queriendo ser los primeros de la cuadra en comprar en el dichoso "City Market". Yo no fui a la inauguración, y tardé unas dos semanas en conocerlo, porque estaba fuera de la ciudad... pero la verdad, moría de curiosidad. Quería saber si ahí sí encontraría esos quesos que me encantan, buenos vinos, buen pan, y productos orgánicos a la mano. Y sí, cumplió todas mis expectativas. Y no sólo las mías, al parecer cumplió las de todo el vecindario.
Hoy que fui a comprar pañales, me sorprendió muchísimo ver -a eso de la 1 de la tarde-, señores muy trajeados "paseando" por el súper. Al parecer habían decidido ir a ver qué veían en el "City Market". Es un supermercado gourmet, sí, ¡pero es sólo eso, un supermercado! Y sin embargo, causa algo raro este lugar. Ejerce una atracción muy poderosa sobre todo tipo de consumista consumado. ¿¿Alguna vez habías visto pasear señores de traje por los pasillos de un supermercado sintiéndose muy snobs por ello??
Se me ocurren algunas explicaciones: en primer lugar, ¡se ve caro! Y lo es. Aunque para los artículos de siempre que se consiguen en cualquier otro supermercado el precio está en rango, hay muchos productos diferentes que sí son caros. De manera que igual vas por un paquete de pañales y sales con un cuentón dos veces por arriba de lo que pensabas gastar porque se te atraviesa un corredor entero de chocolates irresistibles, un bonito frasco hermético de cerámica blanca que no sabes para qué usarás, pero que parece indispensable, y unas verduras exóticas que en la vida habías visto pero que ahí dice que tienen propiedades maravillosas para la salud (por eso han de ser tan exhorbitantemente caras!)
Por otro lado, tiene productos que efectivamente no se consiguen con facilidad. Comida importada de excelente calidad, productos orgánicos, y toda clase de importaciones gourmet. Además, tiene la característica de ofrecer otros servicios dentro del supermercado: una cafetería, una barra de tapas, una excelente cava y una barra de jugos naturales hechos al momento. Eso, por no hablar de que visitarlo es una experiencia estética (mercadotécnia pura, lo sé, pero lo es). Caminas por pasillos con productos hermosos en las repisas, organizados, impecables, amplios, con techos altos. Parece que estás en un país de primer mundo....
Hasta que sales a la calle y te topas con la realidad. Aquí sigues, en esta ciudad que amas, pese a sus baches en medio del periférico, pese a la contaminación y el tráfico, pese a la inseguridad, pese al estrés, pese a que sólo te sientes en un país en progreso cuando estás adentro del dichoso "City Market"...
Pero bueno, después de todo, ¡también hay pequeños traspatios! La inauguración de este pequeño imán para el inecesario consumismo, ha dado empleos que no daba el anterior supermercado triste, y ha beneficiado a algunos negocios cercanos, como a la Florería Carlitos que hoy vi más colorida y surtida que nunca, justo frente a la puerta de entrada y salida de peatones y automóviles.
Y pensé... la próxima vez que venga al City Market, no voy a comprar sus flores, mejor se las voy a comprar a Don Carlitos.
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