martes, 6 de mayo de 2008

¿Aceptas esta cruz por esposo para toda la vida?


No puedo evitarlo... tengo que hablar sobre esto... por muy predecible que me vea a los ojos de Bernardo (quien lo adivinó).

Este fin de semana acompañamos a unos tíos a celebrar su 40 aniversario de bodas. Realmente fue una ocasión emotiva y cálida. Han construido una familia amorosa que ha sabido sortear muchas adversidades y que, hoy por hoy, comienzan a recoger los frutos de todo ello.  Yo me sentí honrada de estar ahí, con ellos.

Ahora bien, debo decir que hubo algo que me mantuvo inquieta desde ese día y hasta hoy. En el sermón de la misa conmemorativa, el sacerdote -un hombre ya mayor y, por lo visto, muy conservador-, no paró de alabar a la pareja por "soportar la cruz del matrimonio" durante todos estos años. Dijo en repetidas ocasiones que debíamos agradecer la fuerza para soportar el sufrimiento en esta vida, porque así nos ganaríamos el cielo.

Le pidió a mi tío que recordara esos 40 años de matrimonio: "¿Verdad que han sido 40 años de sufrimiento, de dificultades?" Me pareció tan insultante... tan falto de tacto. Ahí estaba junto mi tía, calladita mirando a mi tío mientras recordaba "todo su sufrimiento". Por cierto que a ella también le preguntó, ahí de refilón: "¿Para tí también ha sido igual, no?" ¡Se suponía que era una celebración!

Los veía ahí adelante, tan arregladitos y emocionados, tomados de la mano después de toda una vida juntos y pensaba... "¡Claro que han tenido dificultades! Todos las tenemos". No conozco a detalle la relación de pareja de mis tíos, y no sé a ciencia cierta qué tan felices o infelices hayan sido. Pero aunque seguramente han pasado por tiempos difíciles, me imagino que el balance ha sido positivo. Lo digo no sólo por la obvia razón del aniversario cumplido, sino también porque parecen contentos cuando están juntos; porque tienen una familia solidaria, amorosa, unida; porque siguen trabajando para mantener viva su relación de pareja (me contó mi tío que asisten regularmente a un grupo de trabajo en donde se reunen matrimonios de distintas edades a discutir algún tema en especial y compartir sus experiencias) y porque son, en una generación en donde el divorcio se puso de moda, una pareja que siguió adelante y creció como tal. Lo repito, me generan mucha admiración.

Todo el mundo comentábamos en la fiesta lo inadecuado del sermón del padre... todos ¡menos ellos dos que estaban disfrutando de lo lindo su fiesta y a su familia! Y lo que yo me quedé pensando fue que qué triste estar imbuidos en una cultura que promueve de esta manera la cultura del sufrimiento como mérito personal. Es una especie de predisposición... te vas a casar y vas a "cargar" esa cruz... ¡Que creencia tan limitante!

Lo peor del caso es que parece tener un sustento científico. Los psicólogos dicen que solemos casarnos con aquel con quien tenemos mayor compatibilidad ¡en nuestras patologías! Según Freud te casas con alguien que se parezca a tu papá o a tu mamá, según sea el caso, para arreglar los problemas no resueltos con tu progenitor en una segunda oportunidad, en tu matrimonio... ¡Vaya arreglo!

En fin que si resulta que esto de casarte con una cruz está casi genéticamente determinado y es inevitable... no sólo los pueblos tienen el gobierno que se merecen, sino que ¡los seres humanos tienen el cónyuge que se merecen! Pero esto, en caso de que sea cierto, tiene un lado bueno: tal vez no pueda cambiar a nadie, ni evitar que mi inconciente ejerza influencia sobre mis decisiones de vida,  pero sí puedo transformarme y crecer concientemente. Así que si la calidad de mi relación de pareja depende de la calidad de mi mente --lo cual me parece totalmente lógico--, muy bien puedo trabajar en ella para que, por ningún motivo, mi matrimonio sea un duelo de cruces. Porque aquí el asunto no es echarle en cara al otro que me dieron liebre por gato: yo pensaba que me casaba contigo y resulta que me estaba casando con mi cruz. Aquí lo único que se vale es preguntarnos qué tanto somos nosotros ¡una dichosa cruz!

Dicen que somos lo que creemos... y yo me niego a creer que la vida tiene que ser un sacrificio. Siempre lo he dicho, la vida es para ser feliz, me gusta creerlo y luchar por ello. Si en mi boda me hubieran preguntado si aceptaba a Bernardo como mi cruz para toda la vida, habría dicho que no, y estoy segura de que él también habría respondido igual. El reto ahora es mantenernos firmes en eso, trabajar día a día para no convertirnos en la cruz del otro... o bien, para dejar de serlo. Si la vida, como dice este padre, es sufrimiento y dolor, busquemos la manera de ser un bálsamo que alivie las heridas de los que nos rodeen. 

Así como para llegar a los 40 dignamente hay que prepararse, también hay que hacerlo para llegar a ese hito como pareja. Pero a diferencia de lo primero, que puede ser tan sencillo como decidirse a comer como gente decente y a ir a caminar de vez en cuando al parque, el trabajo en el segundo caso es más profundo.  Lo único que evitará que nos volvamos rígidos, pesados, y llenos de astillas que lastiman a quien nos toca -en nuestra pareja-, es el crecimiento humano, individual. Y para ello, hay varios caminos. A mí el de los mártires no me gusta.

Quiero crecer en congruencia e integridad para que este trabajo sea fructífero; en humildad para aceptar los errores propios y perdonar los desaciertos mutuos; en valentía para superar mis carencias; en paciencia y tolerancia para apreciar las diferencias; en determinación para construir las coincidencias, y en voluntad para lograr todo esto con una actitud alegre, que me permita disfrutar el camino.

No sólo no quiero ser una cruz para mi compañero de vida.... sobre todo, no quiero ser una cruz para mí misma.

Amén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

www.loscuarentaysusalrededores.blogspot.com's Fan Box

¡Ayúdanos a llegar a la meta de El Semillón!

¡Ayúdanos a llegar a la meta de El Semillón!
Apoya a otras mujeres con sus proyectos: conviértete en donante de Semillas.