viernes, 11 de julio de 2008

Que liberen las banquetas




Ayer me pasó de todo. Lo más molesto fue que pasé por encima de un armatoste de herrería, que la dueña de un negocio puso junto a "su" banqueta, para apartar el lugar para su automóvil. Había dos estructuras amarillas, muy separadas entre sí, de manera que mi camioneta cabía perfecto entre las dos y me estacioné ahí.

Cuando salí, los armatostes estaban tan pegaditos a mi carro, que desde el lugar del conductor, era imposible verlos, y como no había ningún otro auto frente a mí, arranqué de frente para irme, sin recordar que había algo invadiendo la calle. De inmediato escuché un estruendo y sentí el golpe en la parte de abajo, a la alutra de la llanta derecha. Las personas que estaban sobre la acera hicieron cara de terror, y yo sentí que rompía el carro en dos.

De inmediato, salió la dependienta de la tienda a reclamarme porque destrocé su armatoste. Yo, la verdad apenada, le dije que no se preocupara, que se lo pagaría. Su costo, según me dijo, era de 150 pesos.

No pude avanzar mucho más, porque había algo que iba haciendo fricción por donde fue el golpe. Así que me estacioné media cuadra más adelante a tratar de ver de lo que se trataba. No tenía idea de lo que era, pero se veía algo así como una lámina arrancada por abajo, que iba arrastrando y me impedía ciruclar con normalidad. Llamé al seguro. Al parecer esa lámina era un cubrepolvos o algo así, que protegió un poco el eje de la dirección, pero éste sí tenía un golpe por donde estaba escurriendo un poco del aceite que necesita para funcionar. Además, la salpicadera estaba raspada y el rin lastimado. Nada grave, pero tomará varios días arreglarlo, y habrá que pagar el deducible... 

Sin embargo, hay algo que ya con la cabeza fría, me dejó muy molesta. El asunto de la invasión de todo tipo de objetos que obstruyen las calles para apartar los lugares disponibles para estacionarse, es generalizado en esta ciudad. Los hay en todas las colonias. Hoy en día es casi imposible encontrar un lugar para dejar el auto que no sea "propiedad" de algún "franelero" que "te hace el favor" -a cambio de una cuota a veces fijada por ellos-, de quitar su bote de cemento, caja de madera, cono anaranjado, estructura de fierro o cualquier otra cosa que impida el libre acceso a los lugares públicos en donde todos tenemos derecho a estacionarnos.

Las grúas hacen su agosto porque, apelando -como debe ser- a las reglas de tránsito, levantan y/o multan a cualquiera que detenga su auto en un lugar prohibido, en un paso peatonal o en doble fila. Lo malo es que, mientras que por un lado exigen que los automovilistas respetemos esas reglas -con lo que estoy totalmente de acuerdo-, permiten que los franeleros se apropien ilegalmente de todos los lugares en donde sí está permitido estacionarse, lo cual también es ilegal.

En varias ocasiones he buscado patrullas para pedirles que obliguen a estos señores a quitar sus cubetas y dejen el espacio libre para estacionarse. Y no funciona. Al parecer, los franeleros comparten las ganancias de su "estacionamiento privado" con los policías. Y como ya es una práctica común esto de apartar las calles, pues los dueños de negocios o los dueños de las casas, apartan sus lugares como si la banqueta formara parte de su propiedad.

Por todo esto, yo no debí haberle pagado el armatoste amarillo a la señora del local. Por el contrario, creo que debería ir a pedirle que pague el deducible de mi seguro, por colocar cosas de manera ilegal que obstruyen el arrollo vehicular y provocan este tipo de accidentes y daños en propiedades de terceros (como mi carro). Pero en este país las cosas no funcionan así. Las autoridades se hacen de la vista gorda y permiten que, poco a poco, la ilegalidad nos invada. De hecho, nos tiene totalmente invadidas las calles y las vidas. 

¿Habrá solución para un problema tan puntual como éste que no es más que un ejemplo de los muchos pendientes por resolver para que nuestra ciudad funcione como se debe?

Entiendo que es un problema al que atraviesan diversos ejes. Habrá quien defienda la postura de los franeleros: "son desempleados que se están ganando la vida de esa manera; eso es mejor a que estén asaltando o emborrachándose". Pero creo que no podemos justificar la ilegalidad porque sea la forma de resolver otro problema. Eso sólo crea círculos viciosos que no resuelven de fondo nada y, por el contrario, provocan más asuntos por resolver.

Y ¿qué hacer como ciudadano común? ¿Cómo dejar de contribuir a la cultura del franelero? La verdad es que muchas veces quedamos a expensas de ellos. En mi indignación, puedo ponerme muy estricta y prometer que nunca vuelvo a propiciar su existencia, evitando pagarles por un lugar que no tendría por qué costarme. Y es probable que pueda cumplirlo en ciertos lugares. Tal vez puedo optar por mejor pagar un estacionamiento público en vez de dejar mi carro en la calle (lo cual ya es bastante cuestionable, porque ¿por qué tendría que pagar por un servicio de estacionamiento público en una calle con espacios disponibles, pero ocupados por los "dueños" del lugar?). 

Pero imagina este escenario: tengo una cita a las 8 de la mañana en una oficina de las Lomas de Chapultepec (una zona con muchas oficinas y escasísimos estacionamientos públicos... y muchos franeleros). Llego con media hora de anticipación, dispuesta a encontrar un lugar para estacionarme. Hay muchos, porque es temprano. Pero TODOS están apartados por los franeleros que, al pedirles que quiten su cubeta te responden: "Con todo gusto seño, ¿se va a tardar mucho? Son 3o pesitos por dos horas, o 50 si se tarda más"). Decido explorar la zona aledaña, tal vez haya un estacionamiento púbico o algún automovilista desocupe un lugar. Encuentro un estacionamiento: lleno. Tres vueltas después, se desocupa un lugar, que rauda y veloz identifico y logro estacionarme. Satisfecha por mi logro: me bajo, todavía a tiempo para mi cita. Y entonces llega el franelero a recordarme la realidad:  "Ahí le encargo la cuota seño... pa' que no se lo rayen..."

Otra opción: el transporte público. Tema digno de otra entrada muy extensa. Por ahora baste con decir que en esta ciudad es insuficiete e inseguro. Ninguna persona con automóvil propio optaría por viajar en horas pico en transporte público arriesgándose a asaltos o a tener que ir colgando de la puerta, porque es el tercer pesero que pasa atiborrado, y ya se le hizo tarde.

Me reuso a contribuir a la corrupción. De verdad, hago un esfuerzo cotidiano por vivir apegada a las normas, por respetar los derechos de los demás, por hacer las cosas de forma correcta. Y a veces, siento como si nadara contracorriente. Sigo confiando en que, de a uno en uno, podemos ir sumando voluntades para transformar nuestra cultura de la corrupción, del menor esfuerzo, y encontrar caminos para que en nuestro país podamos convivir mejor. Pero ¡qué frustrante es a veces darme cuenta de que el avance es muy lento! 

Pero aquí me comprometo, una vez más con la integridad: no quiero ser corrupta, no quiero ser cómplice de la corrupción de a pie, de esta que nos toca a todos cuando nos flexibilizamos a conveniencia, y sólo por excepción damos mordida, pagamos al franelero, nos pasamos el alto, apartamos el lugar frente a nuestra casa, o nos estacionamos en lugar prohibido.  

Te invito a reflexionarlo, y a sumar tu esfuerzo... de uno en uno, tal vez para cuando mi hija tenga mi edad, le toque vivir en un país en donde las leyes, sí sirvan.

Nota complementaria: En la foto, que tomé semanas después del incidente, pueden verse todavía los armatostes amarillos frente a la tienda, en la calle de Berlín, en Coyoacán. El que está en primer plano se ve soldado del lado derecho. Ese fue el que dañó mi carro. Con mis 150 pesos lo mandaron arreglar, y por ahí le compraron unos rehiletes, para que se vea mejor y ninguna otra persona se los arrolle... Fui a contarles lo ocurrido, el daño que sufrió mi auto y lo que me costó arreglarlo (10,000 pesos). La "dependienta" me vio con cara de compasión, me dijo que ella ya se lo había comentado a "la dueña", pero que no podía hacer nada más.

4 comentarios:

  1. Hace poco tuve un accidente, caminaba por la calle de Adolfo Prieto en la colonia del valle, iba a una presentacion de danza en radio unam, empezo a llover fuerte, hice lo que todo el mundo hace en esos casos apresure el paso, cuando menos acorde tenia un raspon a lo largo de mi espinilla, como estaba casi corriendo no me fije que estaba un tubo, imagino que tenia la funcion de evitar que los autos invadan la banqueta, pero en ese momento, no pude mas que lanzar un grito ensordecedor y hacer recordatorios familiares a quien se le haya ocurrido brillante idea de poner un tubo a la mitad de la banqueta.
    No paso del raspon ni del dolor que me produjo tremendo choque, ya solo quedaron pequeñas cicatrices, pero tengo la ligera sospecha de que no soy el unico que suele chocar con tubos en medio de la banqueta. Creo que corri con suerte. Me uno a tu peticion, que liberen las banquetas de objetos, que se puedan transitar libremente, creo como tu que podemos influir en la conducta de nuestros conciudadanos con mas conciencia en el otro y mejor educacion.
    Gracias por compartir tus experiencias

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  2. Cuestionar,

    Gracias a ti por comentar y unirte a la petición... Ojalá que esta piedrita "haga olas" suficientes para generar conciencia sobre el tema y circular -en dos o cuatro ruedas, y en dos pies- con más seguridad por nuestras calles.

    Eso de chocar con los tubos en las banquetas es común... ir en bicicleta por el arroyo vehicular es casi un acto suicida, y por la banqueta es imposible entre la falta de rampas y los tubos cada media cuadra. Simplemente no funciona.

    Reitero: ¡que nos devuelvan las calles y banquetas!

    Voy a echarle un ojo a tus ¡¡¡como veinte blogs!!! Gracias por pasar por aquí.

    Lilyán

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  3. Amiga,

    Como sabes vivo en una de las calles más conflictivas de la Ciudad, por tener en la misma cuadra dos restaurantes, tipo cantina, para gente que goza de altos ingresos. Es de rutina que la calle se infeste de autos y camionetas en doble fila debido a que ambos restaurantes no cuentan con estacionamiento. Los adorables valet parkings, se apropian de la calle a sus anchas dejando un solo carril (y a veces ninguno) para que circulen autos en ambos sentidos, es lo más absurdo y ridículo, sin embargo, ocurre todos los días, sin excepción, y a ellos les importa un comino la opinión de todos los vecinos de la cuadra. ¿Quejarnos? Je je... hasta parece una broma. Ambos restaurantes dan una cuota semanal a las patrullas de la zona para que les permitan dejar sus autos. Las patrullas y grúas pasan todos los días, y los choferes les sonríen y bromean con los amigos del valet parking, quienes amistosamente les sacan bebidas alcohólicas y platillos que los choferes de las grúas no pueden comprar.
    Aunado a lo anterior, y como si no fuera ya razón suficiente para estar en pie de guerra, recientemente quise salir de casa, eran cerca de las 11am y cuál fue mi sorpresa cuando vi un auto bloqueando la mitad de mi cochera. Me puse furiosa y comencé a preguntar a las personas de los alrededores que estaban en la calle si habían visto quien era. Me indicaron que era un señor que había entrado al mismo restaurante antes mencionado. Llegué y toqué la puerta, pues todavía no abrían el restaurante para el público. Salió justamente la persona que había dejado el auto, y cuando le cuestioné sobre su mala educación y su falta de civilidad... su respuesta hasta parece surrealista, sin embargo es real y aquí va:
    -Ay güerita, es que no hay lugar, ya ve como esta requete llena la calle, pos qué tiene si dejo mi auto un momentito... ahhh, híjole, ¿a poco le estorba? No hay que ser, mire de veras no hay lugares, a ver dígame, ¿a dónde lo dejo?, ándele encuéntreme usted un lugar.

    Sin comentarios.
    Le pedí que en ese momento lo moviera, que era increíble su falta de civilidad y respeto y que buscara un lugar donde no perjudicara a los vecinos de la zona.

    Parece ser ya una pesadilla no sólo estacionarse, sino intentar salir o llegar a casa. La falta de educación, de respeto, la famosa mordida, los valet parking, los franeleros, las cubetas rellenas con cemento, las grúas que ya están concesionadas y que reciben una comisión por cada auto que se llevan, los estacionamientos donde unos verdaderos hampones reciben los autos, los tubos en las banquetas y los inconscientes que bloquen las entradas de las casas...

    En fin, que las denuncias por abusos y por falta de civilidad no terminan, pero yo aqui termino mi comentario con la esperanza de unirme a las voces de miles de personas que reclamamos las calles y banquetas y ENTRADAS de la Ciudad.

    Gracias por este espacio y recibe un beso.

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  4. Analiz,

    Vivir en una calle "tomada" por los franeleros es un infierno. Nosotros residimos tres años en un lugar así. Era un lugar lindo por la ubicación, a 1 cuadra de Av. Insurgentes (una de las principales avenidas de la ciudad), y frente a una moderna plaza comercial, pero en poco tiempo descubrimos que no era el sitio más apropiado para vivir.

    Entre los faros que alumbraban las recámaras toda la noche unas cuatro veces al año (cada vez que había venta nocturna en el centro comercial), hasta los franeleros que se sentían con total derecho a utilizar las entradas del edificio como su estacionamiento particular -y la gente que, sonriendo como si fuera una travesura sin importancia, les dejaba sus autos ahí.

    En ese lugar comprobé que, si bien hay una parte del problema que tiene que ver con los negocios y el gobierno -no deberían permitir abrir un negocio que genere tanto tráfico sin un estacionamiento apropiado-, también es una cuestión de falta de educación por parte de los usuarios. En el caso de la calle de Parroquia, donde vivíamos, hay un enorme estacionamiento público que pertenece a la tienda departamental que ahí hay... y sin embargo, ¡la gente no lo usa! No es barato, que ni qué, pero que sea caro no justifica que se estacionen en lugares prohibidos generando problemas a terceros.

    Y de nuevo... seamos honestos. ¿No somos también nosotros a veces así? ¿Aunque sea un poquito? La única forma de fomentar orden, es poniendo el ejemplo. Rehusémonos, terminantemente, a pararnos -ni cinco segundos- donde no es debido.

    Y pensemos en una forma de evitar hacer uso de los "servicios" de los franeleros... incluso si implica pagar una hora en un estacionamiento, o utilizar un taxi. De alguna forma tenemos que dejar de contribuir a la existencia de la ilegalidad... Sólo con conciencia y congruencia, vamos a lograrlo.

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