martes, 28 de octubre de 2008

Ventanas

Tengo dos vicios poco comunes: cambiarme de casa y mirar por las ventanas las salas del prójimo. ¡Me encanta! Simplemente, me encanta. Y el otro día estaba pensando que quizás lo que me gusta es imaginarme la felicidad ahí adentro. Como si la felicidad pudiera encontrarse en algún lugar distinto a mi interior.

Pues sí. Cuando miro a lo lejos una ventana que enmarca una sala tenuemente iluminada, con cortinas hermosas, plantas que se asoman a la calle, adornos que alguien colocó con gusto y delicadeza justo en ese punto de la credenza, libros puestos con esmero o con descuido en la estantería, cuadros que no había visto nunca o fotos con gente sonriente, luz indirecta, tapetes que se antojan suaves, sillones que se ven mullidos... me imagino historias. Invento al habitante ausente, adivino su edad, si es hombre o mujer, si vive sola o en pareja, si tiene hijos o nietos, cómo se viste y a qué hora llega de trabajar.

Siempre me imagino personas felices. A veces cansadas y contentas de llegar a casa a relajarse. Imagino cómo dejan sus llaves a la entrada y ponen música para amenizar la noche. Imagino que abren la llave de una tina que seguro tienen (en todas las películas las casas tienen tina), y empiezan a prepararse una cena suculenta. Los imagino junto a la lámpara de pie leyendo un libro y sorbiendo un té. Los imagino en paz. Eso me gusta de asomarme a las ventanas.

Siempre lo hago si no se ve nadie adentro, por supuesto. De manera que no hay forma de ver el gesto real de quien puso esa casa. No puedo saber si tiene una expresión amarga, o enferma. No sabré nunca si ese alguien es enojón o vive frustrado. No me enteraré de sus historias tristes ni de sus fracasos. Sólo miro su casa, el lugar en que habita, donde tiene las cosas que más quiere, que valora. 

Cuando me encuentro con una ventana que muestra una casa en desorden... no espío más. No me gusta. Sólo miro paisajes domésticos en armonía, que imagino que huelen a incienso, a café o a comida recién preparada. Con cortinas limpias y coquetas, que invitan a ver, aunque yo sé que mi mirada invade ese espacio sagrado. Pero miro sólo un instante, suficiente para imaginarme al autor de ese cuadro feliz.

Creo que por eso me gusta cambiarme de casa. Siempre supongo que encontraré aquella en la que voy a ser realmente dichosa. Por lo visto ya es hora de poner orden en mi casa interna, de desempacar y tirar las cajas llenas de polvo de mi mudanza perenne, de cambiar las cortinas y regar las flores del balcón de mi alma, de limpiar los vidrios por si uno de estos días me encuentro con mi propia ventana. No vaya a ser que la vea en descuido y decida pasarme de largo, y perderme la dicha de conocerme feliz.

4 comentarios:

  1. Que curioso lylian! Esas manias son lindas porque son poco comunes jiji, y que bueno que has decidido limpiar la casa interna, porque luego uno la ve y dice ufff cuanto descuido por donde empiezo? jaaja pero te deseo suerte en tu limpieza, el querer empezar a hacerlo es ya la mitad del camino. en el mismo camino andamos.......

    Saludos

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  2. Gracias Ara,
    ¡Suerte con la sacudida! Si tu casa está tan polvosa como la mía, te recomiendo usar mascarilla, ¡o vamos a estornudar de tanto polvo de viejos hábitos!

    Un abrazo.

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  3. Lilyán, adoré tu entrada. Me identifico mucho con lo que escribiste porque tengo los mismos vicios (18 cambios de casa) y gracias al trabajo que tengo he tenido la oportunidad no solo de asomarme a las ventanas sino de abrir los cajones!!! Y sinceramente creo que nuestra casa es el reflejo de nuestra mente, así que buena fortuna con esa limpieza !!!

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  4. Hana querida,

    Yo ya perdí la cuenta. Pero alguna vez hace no mucho la hice, y en promedio tengo un cambio ¡¡¡cada año y medio de vida!!! Ahora que debo confesar que últimamente ya no me emociona tanto eso de empacar y desempacar... aunque me siguen guiñando el ojo los anuncios de "Se Renta" -¡y ahora que hay tantos!

    Abrir los cajones ajenos... ¡eso sí nunca he hecho! Y, creo que no se me antoja. Me quedo con espiar por la ventana, al menos por ahora.

    ¿Cómo vamos, por cierto, con tu décima novena mudanza?

    Saludos.

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