domingo, 8 de febrero de 2009

Nicole y el correo postal

Pintura rupestre representando a un buey. Tomada de: Social Fiction

¡Qué enorme placer recibir un paquete por correo! Hace unos días, mi amiga Nicole me hizo llegar su infantable regalo de año nuevo. Se disculpó muchísimo por el retraso, sin saber la dicha que me causaba su envío y que no le restó ni un gramo de alegría la fecha de llegada. Cada instante del ritual entero es un deleite: reconocer su caligrafía, verificar que el remitente sigue viviendo en el mismo domicilio (sí, hay personas que permanecen en el mismo domicilio de siempre, ¡siempre!), observar el cuidado con que viene envuelto, sentir el peso, agitar con suavidad la caja para escuchar el contenido, tratar de adivinarlo. Abrir la caja, y sacar primero la tarjeta postal, "Happy new ear?", dice una vaquita parando la oreja. En la parte de abajo, la letra de mi amiga delineando sus buenos deseos para nosotros en este año. En seguida abro con cuidado una caja pequeñita que viene envuelta en papel burbuja; algo frágil seguramente. Es un buey pequeñito, de cerámica color azul agua, que sirve para poner palillos dentales. ¡Tan bonito! Después, voy con la siguiente caja. Esta contiene un cascabel, también de cerámica, con forma de buey pintado en dorado. ¡Este es el amuleto! Lo coloco a la entrada de la casa, junto a dos velas que dan la bienvenida a nuestro hogar a quien quiera que toque a la puerta. Me siento tan feliz con mis regalos... quisiera abrazar a mi amiga Nicole. Pero me queda muy lejos. Y sin embargo, su presencia infaltable a lo largo del año la acerca a mi corazón. Siempre tiene un detalle para el día de mi cumpleaños, se mantiene al tanto de mi vida a través del internet, y -sobre todo-, se encarga de que el cartero de por mi casa siga teniendo trabajo. Me parece algo tan especial.

El 2009 es, según la mitología china, el año del Buey, y Nicole, sin excepción de ningún año desde 1999 en que regresé de Japón, se ha encargado de dotar a mi hogar del animal correspondiente a cada uno de estos años, como un amuleto de buena fortuna. No puedo quejarme, Nicole, ¡la fortuna me ha sonreído todo este tiempo! Muchas gracias, querida amiga.

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