Esta mañana el tostador sintió tu ausencia. El pan negro esperaba impaciente su turno, pero una rebanada se quedó sin ti, sin tu beso de miel. Un aroma a pan recién horneado llenó la cocina y me invitó a despertar. Y aquí ando, recorriendo las mesas de la casa, tibia y humeante, esperando que vuelvan tus manos a tomarme, para besar tus labios con un toque de té. Sé que vas a volver. Por eso sonrío con mi única oreja de cerámica azul.


Hola, primera vez que paso por aquí, enhorabuena, buen blog.
ResponderEliminarTodavía me falta un poquitín para llegar a los 40, pero el tiempo pasa rápido, no tardaré en andar por ahí.
Saludos.