jueves, 25 de junio de 2009

Iconos que no recordaba que me habían marcado

Hasta yo, que no sé nada de cultura pop, sentí feo cuando escuché la noticia del súbito fallecimiento de Michael Jackson (y ¡también de Farrah Fawcet!). Y es que, ¿quién entre los habitantes de este barrio de los 40, no cantó o gritó el coro de su canción favorita en algún concierto del Rey del Pop, o bailó imitando el pasito del Moon Walker para lucirse en una fiesta, lloró o se enamoró escuchando una de sus baladas. Más allá de su controversial vida, ¡Michael Jackson nos acompañó a convertirnos en adultos!

Y no es que de repente esté rindiendo culto a un personaje de quien, desde que en los 80s participé en una coreografía de Thriller, no tarareaba ninguna rola, la reflexión es más bien porque me sorprende sobremanera lo que la cultura pop permea en las vidas hasta de quienes no nos sentimos especialmente identificados con ella... Creo que esto es especialmente cierto para la música.

También me sorprende la forma en que los medios de comunicación nos acercan a las personalidades. De pronto, escuchamos en las noticias que Michael Jackson murió y sentimos como si hubiera muerto el vecino, o el cuate de una amiga... ¡vaya! hasta empezamos a decirle Michael a secas. Me ha sorprendido este mismo fenómeno también en el Facebook, en donde con sólo un click puedes convertirte en "amigo" de tu escritor favorito (en realidad es sólo tener la ilusión de serlo, pero la sensación es genuina). Así, cuando de pronto te encuentras con una cara medianamente conocida en la calle, te la pasas todo un día tratando de recordar de dónde lo conoces (para terminar cayendo en cuenta de que, como de broma, "lo habías visto en un anuncio de la tele"). O qué tal cuando reconoces plenamente a la personalidad en cuestión. A mí me pasó un día en el club deportivo al que asistía. De pronto, veo salir del elevador a Javier Solórzano, de quien no me perdía su noticiero y quien además me parecía guapísimo... ¡Claro! Lo saludé con la naturalidad con que se saluda a un amigo entrañable... El señor, que debe haber estado totalmente acostumbrado a ese tipo de acercamientos amistosos por parte de desconocidos, me sonrío amablemente, me saludó y se siguió de largo. Y yo me quedé con la sensación de que debía haberse detenido unos minutos a contarme de su vida, y a preguntarme cómo estaba.

Es rara esta sensación de falsa cercanía, ¿no? Y lo malo es que para muchos jóvenes y cada vez más niños, este mundo virtual se convierte fácilmente en su único mundo. Un mundo en el que juegan, se comunican, y poco a poco viven, en vez de vivir de veras en el mundo allá afuera. Sí, ya sé que esto suena como que lo está escribiendo una cuarentona (¡y así es!) fuera de onda (¡eso no!), pero no es que me escandalice como algo ajeno a mí. Lo más grave es que me escandaliza en mí misma.

Me doy cuenta de que paso demasiado tiempo en línea. Y además, reconozco que lo necesito. En primera instancia porque esta tecnología ha abierto un abanico de posibilidades en cuanto a relaciones se refiere. Para empezar, las relaciones laborales. Yo, por ejemplo, trabajo en línea. Edito mis revistas desde casa, en mi computadora, y conectada al messenger constantemente para estar en contacto con mi jefa y mis compañeros de trabajo. También están las relaciones sentimentales en línea, ¡claro! Como en mi caso, que mantengo una relación a distancia, que sólo es posible en estos tiempos gracias al correo electrónico, al chat y a las opciones de teléfono en línea que no llevan a la quiebra a sus usuarios (como el celular, que nos ha dado sorpresas casi impagables). Y ahora, además, descubrí el placer de interactuar a través de una red social, Facebook, con mis amigos. Ha sido maravilloso descubrir cómo podemos mantenernos al tanto de las vidas cotidianas de nuestros amigos cercanos, de un solo vistazo.

Total, que invierto más tiempo del deseable mirando la pantalla de mi computadora. Quizás, de trabajar bajo un esquema tradicional, de no tener la opción de chatear con mi pareja, y de no existir el Facebook, ¡aprovecharía esas horas para salir al mundo a vivir!

Pero esta es mi realidad, que también ofrece muchísimas ventajas... como por ejemplo, enterarme casi por casualidad de los eventos relevantes en el mundo, como la crisis en Irán, y hasta de los que tienen efectos menos relevantes, como la vida y muerte de las celebridades.

Una línea también sobre Farrah Fawcett: ¡esa melena fue nuestra envidia! ¿a poco no? Yo era Sabrina en mis juegos de rol de sexto de primaria, pero secretamente quería ser Kelly y envidiaba la cabellera de Jill... ¡Ah, Los Ángeles de Charlie!

¡Cuántos íconos son parte de mi historia! Me temo, que más de los que yo imagino.

Descansen en paz, Michael Jackson y Farrah Fawcett.

2 comentarios:

  1. Me mataste la cura, yo que pensaba escribir algo hoy acerca de Michael Jackson.

    Y si, nos marco bastante a tdos nosotros, chance al rato escriba algo.

    Saludos, ando cansada y de prisa, checa mi blog espero que te guste. Estoy por cambiarle la plantilla en esas ando.
    Saludos...

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  2. Querida Lilyán! Lo subo al facebook! como siempre, me encantó. Un gran beso! Areli.

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