jueves, 30 de julio de 2009

Para amar

¿Para qué llega cada persona a nuestra vida? En muchos casos, eso es un misterio insondable. ¿Para qué llegamos nosotros a la vida de otras personas? Ese misterio podría ser más fácil de descifrar. Para amar. Hay ocasiones, en que se siente muy claro que ese objetivo se cumple entre dos seres. Hoy, cuando nuestras miradas se cruzaron, tuve esa certeza en mi alma, Renato.

Llegaste a mi vida hace dos años. Y desde el minuto cero nos amamos. Tu carita ha cambiado en este tiempo, has crecido de manera impresionante. Pero tu mirada sigue intacta, transparente, profunda y, en ocasiones, pícara. Chiquito, sé que tienes toda una vida por delante, y mi deseo es acompañarte todavía muchos años, pero hoy, hace un ratito, cuando tu mirada me miró sonriente, y la mía te abrazó con todo el amor del mundo, tuve la sensación de que nuestro encuentro había cumplido su misión: amarnos. 

Ahora, habrá que renovarla indefinidamente...

¡Feliz Cumpleaños!

2 comentarios:

  1. CIGÜEÑAS

    [A Renato en su cumpleaños 2]

    ¿Cómo inician los cuentos, Renato?
    Bueno, sí tú aún no lo sabes y yo me
    dedicó a escribir poesía, entonces te
    haré un cuento en versos:

    Una vez dos cigüeñas partieron de
    allá, donde dos corazones sembraron
    en un solo esbozo el umbral de tu vida.
    Ambas cigüeñas subieron al cielo
    oscilando sus cantos y en ellos tu risa.
    Pero las dos supusieron que la otra
    cigüeña sabía de memoria el lugar de
    la entrega.
    (Sólo a ti te lo digo, Renato, las
    cigüeñas suelen viajar siempre solas)
    Y por ese motivo, confiadas fielmente
    la una en la otra, frenaron su vuelo en
    las nubes y te adiestraron a hacer figuritas
    con niebla de nubes. Una de ellas tomó
    de tus manos y te enseñó a cincelar tus
    futuros juguetes. La otra cigüeña encontró
    plastilina estelar que al instante cedió a
    tus creaciones. Fraguaste cigüeñas y luego
    más nubes, luego decenas de formas y mil
    garabatos. Ellas trazaron tu rostro y la faz
    de tu risa, también intentaron formar sin
    lograrlo el perfil de tu eco. Y es que tú
    balbuceabas contento el sonido del aire.
    Una, la que siempre cargaba contigo, dobló
    enteramente su pico al querarse dormida,
    y tú, niño al fin, le arrojabas gozoso los legos
    de bruma que habías esculpido.
    Después se escondieron de ti pretendiendo
    jugar escondidas, pero tú vislumbrabas sus
    picos y en ellos la dama de luz conteniendo
    su risa. Ella guiñó su mirada en la tuya y se
    unió al regocijo. Súbitamente un suspiro
    pidió unirse al juego. Ese suspiro venía desde
    abajo, de allá de la tierra donde un ser humano
    anhelaba tu aroma.
    El viento alejaba las nubes, la luz coqueteó con
    un prisma y siguió su arco iris diciéndote adiós
    con sus ojos de estrella.
    Tú te dormiste arropado en sus alas y así,
    continuaron su viaje.
    Volaban contentas, una contigo pendiendo de
    un hilo y la otra arrullando tu sueño con cantos
    que el aire atoraba en su pico.
    Pronto encontraron que estaban volando sin
    rumbo, pero era imposible volver, las cigüeñas
    adultas conocen muy bien que al volver, la
    criatura en su alforja de pronto se esfuma y no
    hay forma de hacer otra igual o encontrar su
    guarida.
    Pero no se asustaron, no se culparon la una a la
    otra, porque la otra cigüeña, la que viajaba sin
    bulto, la que arrullaba tu sueño, portaba en su
    pico una brújula mágica.
    Y ella, feliz de tener ese avío de esperanza,
    apuntó en dirección al suspiro que antes había
    aterrizado en sus juegos.
    Apuntó exactamente a una estrella en la tierra,
    apuntó a un corazón de poeta,
    apuntó a una mamá que esperaba con ansia
    abrigar con sus brazos tu aroma, tu risa, y el
    fardo total con tus años enteros.

    Fausto Vonbonek

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  2. desde el punto de vista literario hermoso!!!

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