martes, 28 de julio de 2009

Mudanza

Imagen tomada del blog de Sofi Quirno


Ochenta y cinco cajas y no acabo. Desvelarme es algo que me sucede, al parecer, inevitablemente. Me desvelo conversando, discutiendo, enamorándome, leyendo, trabajando, chateando, escribiendo... Pero hoy me desvelé ¡empacando!

Pese al cansancio, debo aceptar que disfruto empacar. Me gusta la sensación de orden que da vaciar un clóset, revisar cada cajón, cada cajita, recobrar la historia que guardo doblada de distintas maneras, deshacerme de las cosas que, definitivamente ya no uso (lo sé porque no las había sacado desde la última mudanza), e ir poniendo todo en cajas numeradas cuya descripción anoto en una lista, para que sea más fácil ubicarlas a mi llegada a la nueva casa.

Me he cambiado de casa más veces de las que es creíble en una sola vida, pero nunca me había tocado empacar a mi solita. Toma el doble de tiempo, pero es menos estresante. Uno va a su propio ritmo, sin pendientes ni interrupciones, deteniéndose en cada álbum de fotos, en cada carta archivada y en cada cajita misteriosa. Es posible empaquetar los recuerdos, el pasado, la vida en un montón de cajas de cartón y llevárseos consigo al siguiente hogar... y me encanta esa sensación.

Ya casi me voy... ya casi. Me siento contenta de dejar atrás este espacio, y muy emocionada del que nos espera en unas cuantas horas.

¡Bienvenida nueva etapa de mi vida!

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