jueves, 16 de julio de 2009

El placer de tomar-te


¡Cuánto placer se nos escapa en momentos tan cotidianos como el café matutino! Todos estamos familiarizados con ese arrobo casi orgásmico que es el aroma del café recién molido. Hasta quienes no gustan de tomar café, disfrutan de su aroma aterciopelado que parece meterse por todos los poros de la piel. E incluso, cuando hemos aprendido a degustarlo, el aroma es tan intenso y delicioso que, en ocasiones, el primer trago de la esperada taza decepciona... Pero hay un ritual un poco menos conocido en nuestro México que hoy tengo ganas de compartir por su ineludible carácter sibarita: Tomar té.

Mi primera experiencia gourmet en este tema la tuve por ahí de los 12 años. En ese tiempo vivía con mi papá y teníamos de vecinos a unos tíos. Conformaban una pareja muy atractiva. Ambos eran altos, bien parecidos y muy cultos. Su departamento estaba repleto de libros, música hermosa, cómodos rincones para la lectura y té. Hasta ese momento, para mi la palabra té sólo significaba té de manzanilla para el dolor de panza, o te de canela para hacer arroz con leche. Creo que me faltaba mundo... Hasta una tarde en que subí el tramo de escalera que nos separaba y toqué a la puerta buscando la cálida compañía de mis tíos y la agradable sensación que me daba su casa tan bohemia y su charla siempre interesante.

Mi tía, una mujer altísima y muy guapa, de nacionalidad argentina y origen británico, me ofreció una taza de té. Y lo que me sirvió fue una exquisita bebida color ambar con un aroma inolvidable. Ante mis ojos todavía infantiles, parecía café pero su color más dorado me atrapó la mirada. Le agregó un poco de leche y me lo sirvió sin azucar. "Es té inglés", me dijo (años después, un amigo indio me diría orgulloso que el té inglés no existe... "El té inglés viene de la India", solía decir a voz en cuello. Aunque en realidad el té proviene de Asia en general, y en particular, de China), y me dejó frente a mi una taza humeante y perfumada de la que sorbí, curiosa. A la distancia creo que ese gesto inofensivo fue el inicio de mi vocación de bon-vivant. "Té con leche", se convertiría en mi bebida favorita, algo exótica en esa época.

Años después conocí uno de los rituales más hermosos que he visto en relación a esta bebida, en Japón: La ceremonia del té. Una ofrenda de la más cuidada hospitalidad con que los japoneses honran a sus invitados y que, pese a que pueda parecernos difícil de comprender por ese carácter estricto y ceremonioso propio de los nipones, es de una belleza difícil de ignorar.

El té verde proviene de la misma planta que el té negro, y que el té rojo (Oolong), Camellia sinensis. De esta planta, dependiendo de su fermetnación y tratamiento, se obtiene gran variedad de tés, con distinto colorido y aroma. Últimamente en México se encuentra con facilidad otro té de color rojo que, proviene de un arbusto sudafricano distinto a la planta del té. Se llama Rooibos, y tiene un sabor muy peculiar, agradable, algo dulzón. A diferencia de la planta del té, esta infusión no contiene cafeína, y también combina con leche.

Y aquí es donde quería llegar. El té es una bebida muy popular en el mundo. Se consumen millones de tazas al día. De hecho, es la segunda bebida más tomada en el mundo, después del agua, y dependiendo del país y la cultura las formas de preparación y los rituales varían. No obstante, en México, no tenemos un ritual establecido para esta bebida y, con ello, nos perdemos del placer que va más allá de disfrutar el sabor dulce, robusto o amargo de una buena taza de esta bebida milenaria.

Solemos calentar el agua (a veces hasta en el microondas), echarle encima una bolsita de té, y moverle con la cucharita a toda prisa, exprimiendo de vez en cuando las hojas en ella cotenida para sacarle más rápido el sabor. Yo lo hacía igual, por supuesto. Hasta que, estando de visita en Inglaterra, Isabel, mi suegra en ese tiempo, me enseñó el ritual cotidiano de la tetera de las cinco... ¡qué delicia! (¡¡Gracias, Isa!!). Cada mañana su esposo, Tony, nos despertaba muy temprano con la consabida frase, "Do you want tea or coffee?". En realidad a veces lo que queríamos era dormir, pero muy pronto nos volvimos asiduos a la pregunta, ¡y al té inglés por las mañanas!

Por supuesto se trata de un ritual práctico, que tiene la función de obtener el mejor sabor de la planta de té en una taza, pero el ritual en sí mismo ofrece toda una experiencia sensorial que hay que disfrutar... ¡Inténtalo!

Todo comienza con la mirada. De la vista nace el amor, dicen. Las latas de té suelen ser hermosas, y las hojas que contienen también, como lo son las teteras de distintos materiales y orígenes. Elegir cada elemento para el ritual en cuestión, es parte del placer. En seguida viene el olfato. Abre la lata y siente el perfume de las hojas del té; combínalo con el tacto, tóma una pizquita entre tus dedos y siénte su textura. Vámonos ahora al oído... Escucha: el agua para el té se está calentando en la estufa. Suenan los borbotones, a veces un poco ruidosos, hasta que lentamente se vuelven uniformes, casi silenciosos, serenos, relajantes... el agua está lista.

Este es el momento de la parte más rica del ritual: vierte un poco de agua hirviendo en la tetera, tápala y muévela para que el agua caliente todas sus paredes y sientas elevarse la temperatura de la cerámica en tus manos; deja que repose unos segundos y devuelve el agua al recipiente donde la pusiste a hervir. En ese momento, pon una medida de té por cada taza que vayas a preparar (olvídate de las prácticas bolsitas esta vez), y una medida adicional "para la tetera". Vuelve a ponerle la tapa sin verter agua en ella. Déjala que el té repose unos minutos para que el calor de la cerámica haga brotar el perfume del té y acentúe su sabor.

Disfruta el momento justo antes de verter el agua a punto de ebullición en la tetera. ¡Es el más placentero de todos¡ Retira de nuevo la tapa de la tetera y siente, por todos tus poros, el calor del vapor perfumado que se eleva desde el fondo, percibe el aroma. ¡Es tan especial y diferente en cada tipo de té!

Ya puedes verter el agua, dejar que repose la infusión el tiempo recomendado según el tipo de té y servirlo, colando las hojas, en tus tazas favoritas. Cuando hayas servido una tercera parte de la jarra, pudes verter más agua caliente para volver a llenar la tetera (esta es la porción de la medida adicional que agregamos en un inicio).

Luego de eso, viene el placer conocido de saborearlo a sorbitos, de sentir el calorcito en las manos, y de compartirlo con una buena charla o un libro impostergable... ¡Disfruta, que para eso es la vida!

*Una explicación más técnica de la ceremonía del té de las cinco la encuentras aquí
*La historia de cómo se inventó la ceremonia del té inglés, aquí (en inglés)

1 comentario:

  1. El aroma del té es sin duda delicioso, sutil,
    amable, atrayente. Y lo es mucho más cuando en esa onda que se expande en la atmósfera, viajas
    a lugares, tiempos y presencias que están en nosotros, que son parte de nosotros... como el aroma lo es de una tasa de té.

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