El caso es que este fin de semana, otra de las hermanas de mi mamá me enseñó a hacerlo. ¡Apenas puedo creerlo! No era una leyenda. ¡Se pueden hacer esas cosas! Fue increible la experiencia. Desde ir de compras: era evidente que no tenía la menor idea de las cantidades. Cuando mi tía me dijo 4 kilos de chiles, pensé que eso era mucho, así que me llevé una bolsa de tela grande para cargarlos. Me entregaron tal cantidad de chiles pasilla y mulato, que habrían podido llenar ¡tres cuartas partes de un costal! Y todavía faltaba todo lo demás.
Eramos seis manos: mi tía, mi hermano y yo (y las manitas de mi Sabi un rato). Tardamos 10 horas preparándolo, y terminamos ¡exhaustos! Todavía faltaba llevarlo al molino. Eso lo hicimos hoy… y por supuesto, también nos lo comimos ¡Qué deleite!
El proceso fue toda una experiencia. Yo, que no soy muy asidua en la cocina, disfruté enormemente la inundación a los sentidos. El aroma de los chiles al desvenarlos era irresistible. El color de las almendras al dorarse, era como para tomarles foto. El sonido del ajonjolí dando brinquitos en el sartén, ¡tan alegre! Y la sensación del polvo color caoba, tibio al salir de la molienda, me llenó los dedos y el corazón de un amor histórico.
Su aroma perfumado me recordó a mi abuela cuando yo era niña; me trajo a la mente las historias que contaba mi mamá de la primera vez que lo comí a los tres años; me transportó al día de fiesta posterior a mi boda en que Bernardo y yo desmenuzamos el pollo para el mole que alimentaría a todos los invitados que ahí se amanecieron; me regaló un viaje al pasado cercano, el vivido por mí, y también al lejano –el de las historias familiars que escuché y las leyendas que imaginé--.
¡Cuánto pueden regalarnos los sentidos exaltados por el ritual de preparar comida! Supongo que si cocinara diario, ya lo habría olvidado. Pero como esto fue todo un acontecimiento, se convirtió en uno de los mejores regalos que me han hecho en los últimos tiempos. ¡Gracias tía Espe, por compartir la leyenda, la receta, el tiempo, la charla, el amor!
Que hermosa historia que relatas!
ResponderEliminarLlena de cálidos recuerdos y sensaciones.
Lástima que nunca haya probado el mole.
Saludos!