martes, 21 de octubre de 2008

Intensidad



De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, éste es el significado de la palabra intensidad: (De intenso) 1. f. Grado de fuerza con que se manifiesta un agente natural, una magnitud física, una cualidad, una expresión, etc. 2. f. Vehemencia de los afectos del ánimo.

Otras definiciones más coloquiales dicen cosas como ésta: "intensa es una buena palabra, porque tiene una carga de energía, pero también de sensibilidad, y hasta de pasión." 

A mí se me antoja definirla con hechos, y aquí intento dibujar con palabras algunas escenas de vida que tienen impreso el sello en letras rojas, inequívocas: intensidad.

Para llegar al mundo
Al parecer tenía prisa por llegar. Nació a los 8 meses de gestación, pesando apenas 800 gramos, y con el tamaño exacto para caber en una caja de zapatos. Pasó varias semanas en una incubadora luchando por vivir. Apenas podía abrir los ojos, los puños apretados se movían con torpeza, tenía hambre y frío, y no entendía lo que estaba pasando. Pero quería vivir... algo muy dentro la impulsaba a seguir... y ¡lo logró! Tal vez con intensidad.

Primer pasón
Cuando llegaron sus padres de la fiesta esa noche, la nana estaba muy alarmada. "¡La niña está como tomada!", les dijo. En su habitación, se dieron cuenta de lo sucedido. Mientras ella se aferraba a los barrotes de su cuna y los agitaba con fuerza gritándole a un payaso inexistente que volaba sobre su cabeza, papá recogió los empaques de los antidepresivos que vendía, y algunas de las pastillas de colores que todavía estaban en el piso.

En el hospital le lavaron el estómago y, con un tono severo les advirtieron... "Unos minutos más y no la cuenta". Pero la contó. De nuevo esa intensa gana de estar viva, que la pone un poco al borde de la muerte. 

Al agua patos
"¡Qué rica se ve esa agua tan azul! Corre, corre y atrápala." Eso debe haber pensado la pequeña de dos años que, enfundada en su vestido rosa y con huaraches blancos, se soltó de la mano de mamá para aventarse sin pensarlo dos veces en la alberca olímpica a su lado. El listón que sujetaba su colita de caballo quedó flotando en la superficie. Y papá sacó a su niña con más cara de susto que ella, quien reía intensamente.

Primer viaje en avión, sola
Su mamá, siempre fuerte y desapegada, la miró alejarse de la mano de la azafata. Tenía tres años y el mundo por delante, para comérselo entero. Mamá flaqueó un instante. Ella no. Volteó una vez, para despedirse emocionada agitando su manita con intensidad. Y luego se alejó, sin mirar atrás, hasta perderse al final de la escalera y entrar al avión.

Primera aversión -de larga duración-
La quería con toda su alma. Como ella quiere siempre. Era tan bonita, tan cariñosa, ¡y olía tan dulce! Además, qué suerte, era su consentida. La Miss de inglés la adoraba. Pero pronto, con la misma  intensidad con que la amaba, comenzó a sentir una gran aversión que le duró más de diez años.

Multifascética
Un universo de posibilidades...  ¡Qué experiencia más enriquecedora fueron para ella esos cuatro años en la Universidad! Vivir sola, aprender a sortear la libertad, aprender a amar en libertad, aprender que en la vida es posible tener todo, ser todo, hacer todo, vivir todo lo que uno se proponga con intensidad. Fue actriz de teatro, delegada de un modelo de la ONU, corredora, modelo, becaria, empleada de copias, estudiante de intercambio, escritora, y a veces también estudiante. 

Vagabundeando en París
La Ciudad Luz la conquistó. En estado delirante recorrió sus calles de extremo a extremo, a pie. Algunas veces la luz del alba la encontró aún en ruta. Tenía la sensación de pertenecer a esas calles, a esos paisajes como detenidos en el tiempo, a ese pedazo de historia hecha museociudad. Baguette, queso y vino tinto era lo único necesario para recargar energías. ¡Ah! Y un eventual helado sabor chocolate intenso de la Ile de France. 

Salto en Paracaídas
¿Por qué no saltar al vacío, si se puede? Enfundada en una chamarra estorbosa y con un casco protector (como si fuera posible protegerse de una caída libre a mil metros de distancia de la tierra), sintió el mareo del punto sin retorno. Parada sobre el estribo de la avioneta cessna, en posición para saltar, resistiendo con fuerza el viento ensordecedor que agitaba su cuerpo como si fuera un banderín, esperó impaciente la señal: "¡Ahora!", gritó el instructor. Y ella se empujó hacia atrás con toda su energía, abrió brazos y piernas, y sintió la nada. Vio extasiada la inmensidad del mundo y del cielo, y supo que ese grado de intensidad no es privilegio de todos. Se sintió polvo de estrella por unos segundos de paradójica extensión: cortos, efímeros, fugaces; largos, eternos, perennes. Pasaron sólo tres. Miró hacia  arriba y agradeció que la luz cegadora del sol  fuera cubierta por la hermosa copa del paracaídas rojiblanco abriéndose como flor que flotara en el agua. 

CNN
"Tú tranquila. No tienes por qué ponerte nerviosa. Sólo te verán unos cuantos millones de personas alrededor del mundo." Con esa frase como preludio se enfrentó ella a una cámara de televisión para explicar al mundo los detalles de la renuncia del Primer Ministro Japonés Ryutaro Hashimoto en 1998, en la crisis financiera que azotó al Sureste Asiático ese año. No era una experta en el tema. Tan sólo una coyuntural corresponsal de CNN en Español en Tokio, que había cubierto la nota durante varias semanas y tenía mucha información impresa. A falta de un experto en el tema presente en esa ciudad, que hablara en español, ella fue designada para la entrevista que le harían desde Atlanta sobre este hecho que tenía al mundo entero con los ojos puestos en Japón. Una voz masculina un poco alterada le dijo: "¡Quita esa cara de susto, niña!" y otra, femenina y mucho más empática replicó: "No le hagas caso pequeña, te ves guapísima". Se oyó la música de entrada del noticiero a todo volúmen, "Entras ahora", dijo otra voz en el chícharo colocado en su oído. El corazón se le aceleró a todo lo que daba. "Damos la bienvenida a nuestra corresponsal en Tokio. buenas días por acá..." Eso era intensidad.

Concierto de chelo
Los nervios estaban crispados en el camerino improvisado que ocupaba la orquesta amateur de chelos en su primer concierto. Ella había practicado todo lo que era posible practicar. Especialmente en la pieza que más trabajo le costaba, Trumpet Voluntary, de Purcell. Con todo, estaba muy nerviosa. Pero llegado el momento, hizo acopio de toda su capacidad de relajación y salió al escenario a paso firme. Se colocó en su silla, acomodó el atril y volteó a ver a sus compañeros para dar la indicación para empezar. La chelista a su lado, con más experiencia y normalmente mucho más segura a la hora de tocar, la miró con ansiedad y ojos angustiados. Pero comenzó a tocar al mismo tiempo que ella.

Una vez que el arco acarició las cuerdas de su hermoso chelo, ella se olvidó del mundo. Tocó con toda la pasión de que se sentía capaz, como si estuviera en el mismísimo Palacio de Bellas Artes y no en un lobby privado improvisado de escenario para la ocasión. Apenas escuchaba el sonido del resto de los chelos a lo lejos... y cuando se preparaba para tocar la última frase, repentinamente todos los demás se pararon en seco, y se oyó con claridad su cierre en un solo que no estaba previsto.

Entonces se dio cuenta. No era todavía el turno de Trumpet Voluntary. Por eso su acompañante la miró con ojos desorbitados. Pero ella fue la única que no se dio cuenta. El resto de los chelos tocó la pieza de Gossed, Gavotte, que correspondía al programa. Todos terminaron a tiempo, para dar paso al cierre Purcelliano de esta advenediza distraída, eso sí, con gran intensidad.

Sentir que das paso a la vida
No había sentido nada más intenso que esa punzada en la espalda y el vientre bajos. Era un dolor distinto, más sensación que dolor... era su cuerpo expandiéndose milagrosamente para dar paso a la vida. El agua caliente cayendo en su espalda la relajaba un poco. Pero no podía mantenerse en pie. Abrazada a un banco se hincó en la regadera y miraba a su intsructora de psicoprofiláctico buscando en sus ojos la reafirmación de que todo iba bien... Le habían dicho en el curso que cuando sintiera que no podía más, el bebé estaría por nacer. No podía tardarse más de veinte minutos... Sólo tenía que aguantar un poco más. Mucho más que eso no podría aguantar...

Empezó a sentir ganas de mecerse, de encontrar el ritmo del vaivén de vida de su cuerpo. Y gemía en febril mantra sagrado. Más alto, más bajo, según las oleadas de ese universo expandiéndose adentro. El oleaje arreció, cada vez más seguido llegaba el espasmo de luz interior; cada vez menos fuerza en las piernas, más fuerza en el alma, más cerca del borde que existe entre nacer y morir, más ganas de irse en un trance a un estado de entrega-abandono que le permitiera abrirse del todo y dejar que esa pulsión surgiera en un dueto de dicha y dolor. ¿Desflorarse o florecer? Vino al fin el sismo más intenso y prolongado, el grito más profundo -un poco grito ahogado concentrando la fuerza, un poco expuesto, animal, desgarrador y vivo. Y entendió por qué dicen Dar a Luz. Se sintió el ser más luminoso y poderoso de la tierra.

10 Kilómetros
El ejercicio nunca fue para ella. Era como si tuviera inanición energética. Por más esfuerzos que hacía, no había manera de mantenerse firme en el intento. Pero un buen día, lo decidió. Junto con algunas otras metas pendientes en la vida, decidió que era hora de hacer algo por su corazón -el metafórico y el real-. Se puso a correr. 

Primero 5 minutos, luego 8, luego 15, 20, media hora. Se presentó la oportunidad de hacer una carrera de 5 kms. En contra de sus propias expectativas, la completó. Y vino la de 10kms. Sin pensarlo siquiera decidió participar. Y casi sin querer, kilómetro a kilómetro, metro a metro, y casi poste a poste, la terminó sorprendida.

Este tipo de intensidad fue muy distinta a lo que antes había vivido. Pudo sentir la fuerza de la voluntad empujándola. Romper sus propios límites ahí,  se convirtió en un parteaguas. Un punto de referencia, un nuevo patrón que no la abandonaría más. 

El bosque
Y así fue como entró, poco después, al bosque. La aventura más importante de su vida hasta ese momento. La expedición en busca de ese ser interno que llena todos los vacíos. En busca de sí misma. La experiencia está en curso. Y ella siente intensamente todas las emociones que acompañan ese recorrido irrenunciable: el miedo, la tristeza, el enojo, la convicción, la integridad, la valentía, y de nuevo, la voluntad.

Así pues, intensa puede ser
la luz,
 la lluvia, 
la música, 
un sentimiento, 
o el carácter de la vida cuando se está dispuesto
 a sentir, 
a aprender a volar.

3 comentarios:

  1. Y es ahí, Lilyán, en esa sucesión de intensidades donde te has encontrado a ti misma. Porque toda esa fuerza, todo ese fulgor de emoción liberada, toda esa descarga de vida y de viento y pasiones y encanto, se encuentra en tus venas. Por ello tus poemas son libres, valientes y siempre infinitos.

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  2. Lilyán!
    me dio emoción encontrar tu blog. No lo estaba buscando pero fue emocionante. Estaba viendo si había reseñas del libro Happiness de Richard Layard y por alguna razón salió tu blog. En fin, me gustó! está increible, estaré leyéndote.
    Te mando un abrazo desde Bath y saludos a Sabi, Renato y Bernardo.
    Carla (novia de Diego =))

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  3. Querida Carla,

    ¡No me cansaré de repetirlo! Bendita la tecnología que nos permite acercar los corazones. Sí que fue una sorpresa que llegaras a estos derroteros por azares de la Red. Y ¡te doy la bienvenida! Espero que visites de vez en cuando este espacio público/privado donde pongo el alma sin recato alguno.

    ¿Cómo te trata Bath? De todos los lugares del mundo una beca en Bath suena a plan con maña mi querida Carla... ¡Qué delicia! Por favor, ponte en contacto para que me cuentes cómo trata la vida a los becarios en ese histórico lugar.

    Besos cariñosos.

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