sábado, 28 de marzo de 2009

El manicomio de la galaxia

Campamento en el Sahara, bajo la lluvia
Fuente: Sitio oficial del Marathon des Sables
Foto tomada de www.flicker.com

A veces, cuando en las noticias escuchamos sobre el calentamiento global, sobre el errático comportamiento de la naturaleza, sobre las señales que nos envía nuestro planeta para decirnos que algo estamos haciendo muy mal, que lo estamos lastimando, a veces, sólo a veces, lo escuchamos sin oírlo. Lo escuchamos como oímos todo el ronroneo a nuestro alrededor. Todo el ruido que es tanto, que ya nos acostumbramos, al grado de creer que conocemos el silencio.

Eso me hace pensar en la locura. Mirar todo normal en nuestro entorno cuando, con un poquito de cordura podríamos notar que no todo es normal, que nuestra forma de vivir es destructiva, que estamos socavando el único lugar que tenemos para vivir, nosotros y toda nuestra descendencia.

Y bueno, la noticia que me llegó hoy, no la escuché como ruido. Porque me la hizo llegar alguien cercano, y querido. Mi amigo Luis Guerrero, desde el Desierto del Sahara. "El mundo está loco", me dijo. El Marathón des Sables no ha podido comenzar por el mal tiempo. ¡Hace frío y llueve en el Sahara! Ochocientoscincuenta corredores y toda la organización observan con asombro su desierto -nuestro desierto- gritándoles a la cara ¡Cuidado!  Los imagino a todos paraditos a la orilla de la nada -o en medio, porque nunca estamos a la orilla-, mirando pasar el viento y el agua y preguntándose ¿qué pasa? Imagino a uno que otro evocando pasajes del apocalipsis. Imagino el respeto que debe inspirarles esa demostración de fuerza inaudita que hace ante sus ojos la naturaleza... Imagino el desierto inmenso y lo diminuto de cada corredor que se le enfrenta... imagino la furia natural del entorno y la de esos seres humanos que invocan a la misma fuerza en su interior para cruzarlo... Imagino el reto y me estremece. Pero ahora, también imagino su tristeza... la tristeza de ver el malestar inminente del planeta. La paradoja de ser tan pequeñitos y tener tal capacidad de destrucción.

El mundo se transforma, como todo... y es parte de un proceso sin tiempo. Hay quienes dicen que es parte del ciclo infinito de creación y destrucción, que nada hay que podamos hacer. Difiero. El don de la inteligencia que nos ha sido dado, es más que suficiente para darse cuenta de que sí está en nuestras manos cambiar de paradigma, y encontrar con urgencia otras maneras de vivir, sin depredar salvajemente nuestro hogar... Bueno, ya ni siquiera tenemos ante nosotros el reto de encontrarlas... hay muchos que se han dedicado a ello durante años. Sólo hay que hacer una cosa: vivir de otra manera, ya existen esas formas. No hacerlo, denota nuestro grado de inconciencia y de locura.

¡Perdón, Planeta Tierra!

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