sábado, 4 de abril de 2009

Corre el riesgo, ¡confía!

"Confía cuando no sea fácil", me llegó hoy a mi buzón como parte de una serie de enseñanzas de un maestro espiritual de la Kabbalah. Qué instrucción más difícil de cumplir, todo un reto para esta mujer que extravió recientemente su capacidad de confiar en la palabra del otro, en la verdad de lo que dice, en su lealtad. Y, en última instancia, al haber extraviado esto, en realidad lo que extravió fue la confianza en sí misma.

Releo el párrafo anterior y se me hace un nudo en la garganta. Pero quiero asumirlo, reconocer lo inútil que es eso para mi vida, y soltarlo. Como se suelta algo que te quema las manos, como se suelta algo cuyo tacto nos resulta asqueroso, como se suelta lo que hace daño.

Confiar cuando no sea fácil... ¡no es fácil! Pero es posible. Ahí está el ejemplo de mi amigo Luis Guerrero. Pasó ya una semana de su arribo a Marruecos, y después de todos los obstáculos para que el Maratón de las Arenas comenzara, después de la inaudita lluvia y frío, después de la incertidumbre, después de atravesarla y con ello recorrer el desierto, después de sentir la inmensidad del Sahara que te devora, después de sentir el cuerpo y el espíritu al límite, llegó a la meta. A todo lo largo del inverosímil camino, confió. Confió en sus capacidades, en su entrenamiento, en su condición, y sobretodo en su voluntad, en su propia fuerza interior. Confió cuando era difícil confiar, y se superó a sí mismo. ¡Cómo lo admiro! Es todo un ejemplo a seguir y una fuente de inspiración para muchas personas. Sus resultados fueron magníficos. Llegó en el 1er. lugar de todos los participantes latinoamericanos, y en el lugar número 23, en el ranking general (de 800 participantes en total). Luis, ¡muchísimas felicidades! Recibe un gran abrazo desde este barrio de los 40, del que eres sin duda un miembro honorario.

¡Hay un trinar tan fuerte entrando por mi ventana! Sí, plena Ciudad de México, un sábado a las 11 de la mañana, hay pájaros trinando afuera de mi ventana. Pero hay uno en especial que debe estar muy cerca, aunque no puedo verlo. Porque su canto suena con toda intensidad, claro y armónico, llenándome el corazón de dicha y de paz. Y cantándome al oído un susurro que me abraza: Corre el riesgo, Lilyán. ¡Confía!

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