miércoles, 10 de junio de 2009

Engañar-se


¿Cómo puede ser que nos engañemos a nosotros mismos? Que la realidad sea clara (tanto como puede ser una realidad basada en dualidades), y nuestra mirada la filtre a nuestra conveniencia. Que sea evidente que alguien te miente y tú prefieras creer que es honesto; que sea evidente que estás por caer a un precipicio y tú decidas creer que no va a dolerte; que sea evidente que algo te hace daño y tú te empeñes en cerrar los ojos y pensar que no... que tal vez estés viendo mal.

Para que alguien te engañe tú tienes que estar dispuesto a ser engañado, a creer lo inverosimil, a ponerte una venda en los ojos. A los 40, esto debería ser claro como el agua... ¡pero no siempre lo es! Engañarse a uno mismo es el peor engaño que puedes llevar a cabo. Porque, aunque sea de forma inconsciente, es voluntario.

No quiero nunca engañarme, no quiero nunca cegarme, no quiero nunca traicionarme a mi misma. A menudo ponemos el foco afuera: queremos ser buenos hacia los demás, queremos ser amorosos con el prójimo, queremos ser honestos con el mundo entero... pero a veces, incluso en el intento de lograr todo lo anterior, nos traicionamos a nosotros mismos. ¿Qué peor traición puede haber que esa?

Abre los ojos, pero los del corazón. Quítate los lentes del miedo y mira lo que es. Nunca te engañes.

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