Mi papá lo recibió como yo esperaba... asombrado y con enorme curiosidad por leer lo que otros ojos que él no conoció vieron. De alguna forma misteriosa, volvería a llevar a Don Ramón a ese viaje. Y con cada paso que vaya dando por aquellos caminos fascinantes, se lleva también mi corazón y el de sus nietos... Así, esta semana, tenemos corazones trotamundos.
Cuando yo fui a aquel continente hace muchos años ¡ni internet había!, mucho menos tenía un celular. Así que nuestra comunicación en tiempo real era muy esporádica (y cara). Pero mantuve comunicación con mis seres queridos a través de cartas y tarjetas postales casi diarias. Hoy, mi papá me llama al menos dos veces al día: "Londres es una ciudad interesantísima; estoy por entrar al tunel que cruza el Canal de la Mancha; qué lugar tan impresionante es París, ¡el viaje valía la pena!"Yo lloro de la emoción, ¡y sigo llorando!
Me llena de gozo la belleza de este mundo. La natural, la que nos fue dada por el mero hecho de existir en esta tierra, y la que hemos creado los seres humanos a lo largo de los siglos y que, pese a nuestra enorme capacidad de autodestrucción, hemos logrado conservar. No nos cansamos nunca de admirar el mundo... los que vienen de allá, se maravillan, los que vamos allá quedamos impactados, los ojos y los corazones se intercambian, latitud a latitud, polo a polo, la belleza es ineludible.
Ese era un viaje que le tenía prometido a Alis. No nos dio tiempo. Algún día lo haré con Sabi. Y de la misma manera, llevaremos a Alis de corbata.
Me rindo... dejaré fluir las lágrimas que también contienen la belleza de la vida: el agua, la sal y el arcoiris. Que fortuna, lo digo nuevamente, llorar con alegría.
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